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17 julio 2012

Theodor Adorno y la Teoría Crítica.

Ensayo. 


Tras los totalitarismos subyace un mal extremo. El siglo XX fue testigo de él. El nazismo, el fascismo y el comunismo soviético obligaron a muchas mentes inquietas a replantear la fe casi inquebrantable que tenían en que la razón guiaba a la raza humana a la prosperidad. La derrota de Hitler y Mussolini tras el término de la Segunda Guerra Mundial y la caída del régimen comunista de la URSS dieron origen a un mundo dominado por la lógica económica capitalista de libre mercado y el modelo político democrático. No obstante, si rastreamos los orígenes de aquél mal deshumanizante previo a la Segunda Guerra Mundial, encontraremos que este se remite a categorías banales que permanecen hoy.

Cuando Adolf Eichmann, teniente coronel del régimen nazi, es juzgado en Jerusalén por su implicación en el Holocausto, su testimonio indica que no ha actuado por odio o por maldad, sino por una propensión casi extrema a hacer lo que se le es ordenado. En Eichmann se plasma la pérdida de la capacidad de cuestionarse sobre la bondad o maldad de sus acciones, la desaparición de esa facultad indispensable de debate interno frente a los estímulos del resto de actores de la sociedad. Él hizo lo que era necesario para ascender en el rango social, para ser bien visto por un conjunto de personas que habían sido imbuidas de la misma ideología totalitaria, funesta y constantemente reforzada. Él, y quizás gran parte del pueblo alemán, no odiaba realmente a los judíos o a los socialistas, solo había entrado en el sistema. En Alemania había que marchar, elevar la mano y saludar al Führer. Si no, no se era nadie.

¿Por qué en una sociedad global supuestamente libre encontraríamos las mismas categorías que hicieron posible las atrocidades del nazismo? La respuesta a esta pregunta se encuentra en la teoría propuesta por un grupo de intelectuales judíos que huyeron de la Alemania nazi: la Teoría Crítica. Entre ellos está el personaje que centrará la atención de este ensayo, Theodor Wiesengrund Adorno, filósofo, sociólogo y músico alemán que tuvo que exiliarse en Nueva York junto a otros miembros del Instituto de Investigación Social de Frankfurt.

En Nueva York, Adorno y los teóricos de la Escuela de Frankfurt decidieron nadar contra la corriente: decidieron criticar lo que en su propia crítica se presenta como casi imposible de criticar. Conocer las implicancias de su propuesta en los estudios de la comunicación es necesario porque, a pesar de ser acusada de pesimista, la Teoría Crítica es el otro lado del prisma, la contraparte necesaria a los postulados de los teóricos estructural funcionalistas. De este contrapeso, además, quedan elementos y conceptos que se usan hasta hoy. ¿Quién no ha escuchado hablar de industrias culturales en referencia al cine, la televisión y los medios? ¿O de cultura de masas? ¿No está, acaso hasta hoy, vigente el debate sobre la función de los medios al servicio de intereses económicos y políticos?

Por una cuestión elemental de fe en la raza humana, de primaria esperanza en que la historia debe conducir a un futuro mejor y no a un nuevo tipo de barbarie, es posible afirmar que regímenes como el nazismo no volverán a repetirse, que los totalitarismos son y serán combatidos por el grueso de la sociedad mientras sigan existiendo remanentes de estas ideologías fanáticas. Sin embargo, sí es necesario poner una señal de advertencia: los medios y las prácticas que permitieron que aquella fatalidad dominara Europa a principios del siglo XX podrían estar aún vigentes, esperando ponerse al servicio de causas sesgadas. Y una de esas prácticas, quizás una de los más importantes, fue la utilización de los medios de comunicación.

Theodor Adorno, un judío exiliado en América.[1]



El 11 de septiembre de 1903 nació en Frankfurt Theodor Wiesengrund Adorno, hijo de un comerciante de vinos y una soprano, y hermano de una pianista. Su madre y su hermana, ligadas a la música como eran, le inculcaron esta afición que se mantendría durante el resto de su vida. A los 17 años, Adorno ya escribía sus primeras piezas musicales de corte vanguardista. Estudió filosofía, psicología, sociología y música en la Universidad Johann Wolfgang Goethe de su ciudad natal y presentó su tesis doctoral sobre la obra de Kierkegaard, luego de que le fuera rechazado un primer intento en el que trataba a Kant y a Freud.

Es importante entender que la procedencia académica de los teóricos de Frankfurt son las ciencias sociales y humanas. Ciencias para las cuales, dado el contexto histórico, era importantísima la revisión de las teorías marxistas. Ello en clara oposición a la inclinación de los exponentes de la corriente estructural funcionalista al estudio de ciencias exactas, como el físico matemático Lazarsfield, el científico matemático Hovland o el cientista político Lasswell. Este detalle tendrá una gran influencia en la dirección que seguirá la Teoría Crítica como un juicio a la estructura social en su conjunto.

Poco antes de que el régimen nacionalsocialista lo cerrara, Adorno se incorporó al Instituto de Investigación Social adscrito a la Universidad de Frankfurt. Perseguido por los partidarios de Hitler, tuvo que exiliarse primero en Oxford y luego en Zurich, para terminar de seguirle los pasos al Instituto en Nueva York. Junto a otro célebre miembro, Max Horkheimer, publicó en 1947 una de las obras más representativas de la Escuela de Frankfurt: La Dialéctica de la Ilustración. En ella se introducen los conceptos de “Industria Cultural” y “Cultura de masas” que, aunque criticados, han pasado a formar parte del vocabulario común de las facultades de comunicación en todo el mundo.

            Con Hitler muerto y el nazismo desterrado de Alemania, Adorno regresó a Frankfurt en la segunda mitad del siglo XX para asumir el cargo de director del Instituto de Investigación Social, en reemplazo de Horkheimer. Luego de ello, terminaría su vida académica dictando filosofía y sociología en la Universidad de Frankfurt. Es anecdótico que, tras los sucesos de Mayo del 68 en Francia, cuando se pensaba que un personaje de corte intelectual como él mostrara su apoyo a la causa, Adorno cuestionó la prevalecencia de la acción de protesta sobre la acción crítica de los estudiantes en el movimiento. Theodor Adorno falleció en Suiza el 3 de agosto de 1969, habiendo tenido esos últimos años como discípulo al reconocido filósofo contemporaneo Jurgen Habermas, quien continuó la tradición de la Teoría Crítica.

            No son pocos los que dicen que Adorno da tanta importancia al estudio de las estructuras sociales y la utilización de los medios de comunicación en los regímenes totalitarios por su procedencia judía. Él, como los demás exponentes de la Escuela de Frankfurt (y muchos otros intelectuales alemanes de la época), tuvo que huir de su país por ser de familia judía y de inclinación política socialista. Como sabemos, esa era la peor combinación para un nazi. Es muy probable que estas voces tengan razón: que haber padecido la persecución por parte del nacionalsocialismo haya hecho que los teóricos de Frankfurt enfoquen el lente académico en la babarie nazi. Sin embargo, las ideas no se invalidan por las circunstancias en las que fueron concebidas.

También se critica la visión pesimista de la Teoría Crítica, aduciendo que se trata de judíos acomodados que han recibido una educación de élite criticando a una sociedad de personas que no tuvieron esa suerte. No cabe duda,sin embargo, que el aporte de la Teoría Crítica al estudio de la comunicación, como explicaré más adelante, es perfectamente aplicable a los regímenes teóricamente libres, aquellos en donde se cree en el poder liberador de la razón. 

Las obras de Theodor Adorno que nos interesan, algunas de autoría compartida, son: Escritos Sociológicos; Dialéctica negativa. La jerga de la autenticidad; Kierkegaard. La construcción de lo estético; La Dialéctica de la Ilustración; Composición para el cine. El fiel correpetidor; Crítica de la cultura y sociedad I; Crítica de la cultura y sociedad II, Mínima moralia, etc., además de varios libros dedicados a la filosofía y estructura de la música. Al morir trabajaba en su última obra, publicada de manera póstuma, Teoría de la Estética.

En adelante, este ensayo se avocará a explicar el aporte general al modelo de sociedad que plantea la Teoría Crítica, para luego abordar el concepto de Industria Cultural y por qué la Escuela de Frankfurt lo critica.


Una alianza entre la razón instrumental y el capital.[2]


Para los teóricos de la Escuela de Frankfurt un estudio sobre comunicación no tiene validez si no plantea un modelo general de la sociedad. Por eso, debe hacerse desde diferentes disciplinas sociales y humanas, como la filosofía, la psicología o la sociología, por ejemplo. La Escuela de Frankfurt critica la atomización de los estudios de la corriente estructural funcionalista en temas y fenómenos específicos y controlables mediante variables numéricas, sin prestarle mayor importancia al conjunto social en que se enmarcan. Además, les critica el fraccionamiento del proceso comunicativo, expresado en el paradigma de Lasswell del quién, qué, a quién, por qué canal y con qué efectos. Ello ocurre, dicen, porque los estructural funcionalistas sirven a los intereses de organismos puntuales (como el ejército, el Estado o las empresas), sobre temas puntuales y con fines instrumentalistas. Hay que decir que esto último no desestima de ninguna manera los estudios de los padres fundadores estructural funcionalistas, pues está demostrado que sus resultados muchas veces fueron distintos a los que dichos organismos esperaban.

La Teoría Crítica plantea una interpretación marxista de la sociedad. Para ellos, su estructura está organizada en tres planos. El primero, el económico, con una tensión constante entre los dueños del capital y el proletariado. Esta tensión se sitúa en la base de la sociedad y sería la base de la teoría más ortodoxa y economicista del marxismo. Por encima están las “superestructuras”, la esfera cultural en la cual están contenidas las mentalidades, las estéticas, los valores. Por último, están los aparatos ideológicos, aquellos encargados de preservar mediante su autoridad o su fuerza el orden ideológico de la sociedad. En esta esfera están el Estado, el ejército, la Iglesia, la escuela, la familia, todos órganos con poder normativo o coercitivo.

Este modelo se sitúa en un contexto histórico posterior –pero no alejado– a la Ilustración, definida por Kant como el motor que da inicio al triunfo de la razón autónoma y a una fe casi ciega en ella. Dada esta fe es que, combatiendo al mito medieval, el poder casi omnipotente de la razón, desde la Ilustración hasta nuestros días, ha transformado el concepto de verdad reduciéndolo a un mero conjunto de comprobaciones matemáticas. En línea con esto, el hombre ha querido utilizar la razón para dominar a la naturaleza, sin darse cuenta que, al dominarla, termina dominando a los propios hombres, debiendo mantenerlos uniformes y controlados, factibles de ser matemática, y por ende, racionalmente estudiados. Es por eso que la razón, al enfrentarse al mito, se convierte en él, en un mito de posible control del todo pero que no puede ser conseguido sin el control de los demás. Un mito que no puede solucionar la tensión entre clases sociales y que, en cambio, la agudiza, agrandando la brecha entre dominantes y dominados. Se le llama razón instrumental, porque es utilizada como instrumento para dominar.

En primer término de izquierda a derecha: Max
Horkheimer y Theodor Adorno. Atrás un joven
Jurgen Habermas pasándose la mano por el pelo. 
Esta es, para Adorno la dialéctica negativa de la Ilustración. Una dialéctica que, en vez de alcanzar la síntesis entre los opuestos, se divide constantemente, pues está hecha de divisiones y condenada a ellas. Como se mencionó, el mito de la razón consiste en que esta debería ser capaz de reconciliar las tensiones de clases, pero más bien las agrava. Esta dialéctica negativa se basa en contradicciones tales como el conocimiento de la explotación en los procesos de producción y el conformismo con ellos.

En consecuencia con todo lo anterior, en la sociedad burguesa moderna, como la concibe Adorno, existe una alianza entre los dueños del capital y los representantes de los aparatos ideológicos, para utilizar las superestructuras culturales con el objetivo de mantener controlado al proletariado. Es decir, la razón instrumental desarrolla una cultura para las masas, una industria cultural ubicada entre las mentalidades y las estéticas, pero con características particulares que tienen como fin atontar al espectador con un proceso sistematizado y estandarizado. Es así como los medios de comunicación de la sociedad burguesa moderna pasan a formar parte de los aparatos ideológicos con poder normativo, cumpliendo una función similar a la de la Iglesia o la escuela.

¿No está vigente acaso este debate? ¿No es común escuchar a muchos intelectuales hablar de la parcialización de los medios con los grupos de poder, de cómo estos responden a la defensa de intereses, mal informando al público? Es casi imposible hablar de esto sin mencionar el caso del grupo El Comercio, propiedad de la familia Miró Quesada, dueños de un canal en televisión abierta y uno de cable, y de hasta cuatro diarios de muy buen tiraje. ¿En qué lado del espectro político los ubicaríamos? ¿Qué tendencias mantienen los contenidos de sus noticias? ¿Se farandulean, se banalizan? 

De vuelta en el análisis de la Teoría Critica, la siguiente pregunta seria: ¿por qué los dueños del capital necesitan aprovecharse de la razón instrumental para crear un sistema de control de masas plasmado en la Industria Cultural? Según la teoría que defiende Adorno, porque necesitan sacarle la plusvalía al proletariado al que emplean y, a la vez, venderle sus productos, haciéndolos sentir que esto es lo que deben y necesitan hacer. Ese es el final de este aporte importante de Theodor Adorno a la comunicación de masas: la universalización del principio de la mercancía. Es decir, se universaliza la relación con la masa para venderle cosas, tomando a las personas ya no como sujetos, sino como objetos susceptibles de compra y venta, es decir, alienándolos. Adorno postula que, además de aquella capa que cubría el valor de uso de los objetos (es decir, para qué sirven), conocido como valor de cambio (cuánto valen, a cuánto las puedo vender), se ha creado un nuevo valor: el valor simbólico. Este valor consigue ocultar todos los conflictos sociales que entraña la producción de un objeto, de una mercancía, y crea necesidades ficticias de adquirirla. Al respecto dice Adorno: "En el objeto de consumo debe hacerse olvidar la huella de su producción. Debe tener una apariencia como si no hubiera sido hecho en absoluto, no vaya a ser que delate que el que lo intercambia no es el que lo ha hecho, sino que se apropia del trabajo contenido en él" (822:?) Podría perfectamente referirse a Apple y sus fábricas en China.

Todo ello se consigue mediante el trabajo de la Industria Cultural, cuya explicación no puede seguir esperando y merece un apartado propio.

Industria Cultural y Cultura de Masas. La crítica de la Teoría Crítica. [3]



Industria Cultural: el principal medio empleado por los dueños de los medios de producción para mantener el control sobre el proletariado, sobre las masas; para tener quién produzca y a quién venderle. Para la Teoría Crítica, la Industria Cultural nace del aprovechamiento de la razón instrumental en favor de la alianza entre los medios de comunicación como aparatos ideológicos y el capital. Así, queriéndolo o no, el modelo de la estructura social de los teóricos de Frankfurt le da una importancia crucial al papel que tienen los medios de comunicación. En ello, quizás, esté su mayor punto de coincidencia con los teóricos estructural funcionalistas: le dan a la comunicación el gran poder de influir en las decisiones y conductas de una masa pasiva y receptiva. En el fondo, unos en forma de crítica y los otros de oportunidad, le reconocen a la comunicación la capacidad de crear efectos, de influir.

            Los contenidos de la Industria Cultural se oponen al arte liberal burgués previo a la sociedad contemporánea. Este era un espacio de élite, fuera del alcance de las grandes masas, que privilegiaba la originalidad, la espontaneidad y la contestación, el conflicto, el reclamo, la crítica. Los contenidos de la Industria Cultural, por el contrario, pretenden ser arte popular, pero no serían más que una pseudocultura, una estafa. Ahí radica la principal crítica que le hace la Escuela de Frankfurt al concepto. Es decir, que edtos contenidos no promueven la crítica porque están concebidos para mantener alejado cualquier atisbo de rebeldía, cualquier vislumbre de pensamiento autónomo. La Cultura de Masas que produce la Industria Cultural sería así, en oposición al arte verdadero, aletargante, monótona y repetitiva, con el objetivo de obligar al mínimo uso del pensamiento crítico o reflexivo.

            Las Industrias Culturales son aquellas que producen contenidos con mensajes: el cine, la televisión, la radio o los medios escritos. Para Adorno, las películas vienen con un molde, un canon preestablecido de situaciones que deben ocurrir en cierto orden para no obligar al espectador a cambiar su modelo y para acostumbrarlo a esperar siempre un tipo determinado de estímulo. Asimismo, siempre se sabe cómo continuará la música, los contenidos de los periódicos son repetitivos y vacíos de reflexión, entre otros ejemplos. Por eso se le llama Industria, porque estandariza los procesos de creación de contenidos, como la una línea de producción de una fábrica: uno tras otro con etapas y funciones definidas, todos iguales, todos repetitivos, todos monótonos y embobantes.

Además, esta producción se guía por criterios de rentabilidad. Solo se produce lo que es popular, lo que vende, lo que tiene mayor margen de ganancia, lo que necesite menor inversión. Se busca recortar las barreras que los separan del público para amaestrarlo, para crearle las necesidades ficticias de sus productos y la sensación de que son estos los que les traen felicidad. El éxito de esta iniciativa es tal que ocurre lo ya mencionado: se crea un valor simbólico que sustituye al valor de uso o de cambio del objeto, donde este ya no importa por lo que es, sino por lo que significa tenerlo, significados que han sido creados por los medios de producción y transmitidos a través de los medios de comunicación. Es un fetichismo de la mercancía, como lo llama Juan Zamora en referencia a Adorno.

La monotonización de la Cultura de Masas respondería a la necesidad de mantener al espectador exento de pensamiento critico, falsamente entretenido y conforme. Este concepto de entretenimiento, que invade todas las esferas de la Cultura de Masas, es crucial para acentuar el conformismo: los estímulos generan respuestas cortas e inmediatas, todo lo demás es demasiado trabajoso, cuestionar es demasiado trabajoso, las personas tienen suficiente trabajo en el trabajo (valga la redundancia) como para seguir trabajando en formular sus cuestionamientos al sistema. Y como nadie lo hace, por qué ellos, para qué emprender una labor de hormiga sin el interés de la colonia. Y así se mantendrían felices siendo dominados, siendo parte de un sistema que necesita dominarlos, de un mito de la razón que termina dominándolos en su afán de dominar la naturaleza por medio de la ciencia y los escenarios controlados. Un perfecto ejemplo de ello es la sociedad alemana de la primera mitad del siglo XX y la obvia necesidad de Hitler de crear un Ministerio de Propaganda a cargo de su eficiente amigo Joseph Goebbels.  
   
Quizás este argumento de la Teoría Crítica sea al que más paralelo se le puede hacer con el presente. Las series, las películas, las telenovelas, los diarios, los telediarios, las canciones pop más nuevas (cuanto más nuevas, más repetitivas y menos originales) siguen teniendo un formato predefinido. Uno siempre sabe cómo acabará la comedia romántica o que para el verano que viene tendrán que lanzar o reciclar un número promedio de canciones para ponerlas de moda. Las canciones muy probablemente sean repetitivas y tengan coros pegajosos mezclados con música electrónica. En fin, eso lo percibe hasta aquél que no se toma el tiempo de reflexionar al respecto. El rating sigue siendo el tirano de la pantalla chica, la taquilla el de la pantalla grande. “Al fondo hay sitio” tiene años en pantalla debido a que mantiene altos niveles de rating; en cambio, jamás volverán a emitir la serie “Cebollitas”, luego de que su intento de emisión por el canal 2 fuera un fracaso de audiencia.

Es así. La pregunta es: ¿es correcto? ¿Debemos tener una visión tan pesimista de la sociedad como la que tenía Adorno, como la que tenían los teóricos de Frankfurt? ¿Debemos estar avisados ante nuestra constante, progresiva y exponencial idiotización y falta de pensamiento crítico porque puede ser aprovechado por algún discurso ideologizado y violento? La respuesta debería tomar en cuenta otros puntos, otras corrientes y consideraciones más bien éticas que serían materia de otro ensayo. Sin embargo, la Teoría Crítica con uno de sus principales exponentes, Theodor Adorno, abren el espacio al cuestionamiento y a la duda. Y nunca está de más dudar, no vaya a ser que de verdad nos estemos idiotizando.

Conclusiones.


  • Theodor Adorno fue un judío alemán que tuvo que huir del régimen nazi. Su procedencia académica está en la sociología, la filosofía, la psicología y la música. Así como el resto de miembros destacados del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, estas preferencias epistemológicas guiaron el camino de sus reflexiones. Era, además, socialista y tuvo una educación privilegiada. Se exilió en Suiza primero y luego en los Estados Unidos.
  • Theodor Adorno concibe a la sociedad como una estructura con tres planos: económico, cultural y político. En el primero se sitúa la disputa clásica marxista entre el capitalista y el proletario; en la segunda, las superestructuras de producción de contenidos y formas de pensar; y en la tercera, los aparatos ideológicos de control, entre los cuales ubica a los medios de comunicación. Estos, en alianza con los dueños del capital, buscan la forma de controlar a las masas mediante la producción de contenidos en una Industria Cultural.
  • La Industria cultural es el arma de control de masas dentro del sistema planteado por la Teoría Crítica. Se caracteriza porque sus contenidos, es decir, la Cultura de Masas, son monótonos, repetitivos y embobantes. No busca ser original ni instar al pensamiento reflexivo, por el contrario, busca brindar estímulos rápidos de respuesta inmediata, por medio de los cuales la persona concibe a la crítica como un esfuerzo innecesario y demasiado trabajoso. Se aplica el principio de estandarización en la producción de sus contenidos y se rige por la rentabilidad que estos puedan obtener.
  • Los planteamientos de Theodor Adorno y, en general, de los teóricos de la Escuela de Frankfurt son aún reconocibles en el presente. Prueba de ellos son los debates sobre la parcialización de los medios de comunicación con intereses distintos a los que honestamente podrían defender. Además la polémica en torno a la apropiación del trabajo y explotación de las personas para fabricar productos que no guardan rastro de ellos y que son consumidos por un conjunto de personas que creen que todo anda bien y camino a algo mejor. Finalmente, está el debate sobre la tiranía del rating por sobre lo realmente valorable en los contenidos de las industrias culturales de hoy y es claro que estos siguen siendo víctimas de la monotonía y los formatos preestablecidos. No obstante, aunque todo esto puede sonar fatalista y exagerado, es menester aclarar que esto es solo un modelo que habla de tendencias, las cuales pueden ser constatadas en la realidad pero que sería un error tomar como reglas absolutas.


Bibliografía.








HORKHEIMER, Max y Theodor ADORNO
1998                           Dialéctica de la Ilustración: fragmentos filosóficos. 3ra edición. Madrid: Trotta.


MORAGAS, Miguel de
1985                Sociología de la Comunicación de Masas. I. Escuelas y autores. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.


ZAMORA, José
2001                La cultura como industria de consumo: su crítica en la Escuela de Fráncfort. Barcelona: Institut de Teología Fonamental.


[1] Esta sección se basa en el contenido de las páginas web: http://es.wikipedia.org/wiki/Theodor_Adorno y http://www.infoamerica.org/teoria/adorno1.htm

[2] La información de esta sección se basa en las páginas web: http://es.wikipedia.org/wiki/Dial%C3%A9ctica_de_la_Ilustraci%C3%B3n , http://aquileana.wordpress.com/2008/06/20/escuela-de-frankfurt-aportes-de-theodor-w-adorno/  y el Volumen I del libro Sociología de la Comunicación de Masas de Miguel de Moragas.  

[3] El contenido de esta sección se basa en las páginas web: http://www.eliceo.com/opinion/la-industria-cultural.html , http://es.wikipedia.org/wiki/Dial%C3%A9ctica_de_la_Ilustraci%C3%B3n y en los libros La Cultura como Industria de Consumo. Su crítica en la Escuela de Fráncfort de José Zamora y el Volumen I de Sociología de la Comunicación de Masas de Miguel de Moragas. 

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